Hoy era un Martes que tenía buena pinta. Asignaturas no muy fuertes, me he levantado con tiempo. Hacía sol y no mucho frío, y con mis amigas bastante bien. Pero ha sido casi estar a punto de terminar el día para que empiecen a llover las sorpresas, y no saber de donde han venido.
Sorpresas... Más bien del tipo desagradables, que te asustan y te encogen el corazón. Sorpresas que en un principio te humedecen los ojos, y luego descubres que se pueden convertir en positivas o que pueden ser peores dentro de lo que cabe. Entonces cuando recibes esa sorpresa te lamentas, pero a la vez agradeces de que no haya sido peor.
Pero también están esas sorpresas que te llegan sin ton ni son. Sin ningún motivo que te haga comprender porque suceden. Que te cogen el alma y te la lastiman y aunque tu intentas construir una coraza o un muro, esa sorpresa la destruye desde dentro, desde dentro de ti mismo.
Y aún así ambas te hacen llorar porque necesitas desahogar al corazón y así demostrar las emociones y los sentimientos más profundos que llevas en el alma.
Uno ya puede pensar que ha elegido o ES una persona alegre y optimista, que puede venir una ráfaga de cosas que te dañan y te desequilibran y no hay muro que la detenga.
Lo peor es que ciertas sorpresas pueden afectar a todos, si, pero no a todos por igual. A unos más y a otros menos. Y aquellos cuyo dolor o lástima sea menor no entenderán la de aquel que sufre con rabia, o quizá si la entenderán pero no podrán hacer nada para consolarle. Porque las palabras no bastan. Animan, te apoyan, pero no bastan cuando tu cabeza estar en un mar de negrura.
Y puede que te digan que esa negrura es exagerada, que en realidad debería ser un gris claro. Pero entonces tú piensas que nadie te puede comprender, que la empatía de uno no es suficiente para ponerse a tu nivel y entender así la ola de sentimientos que te destrozan y te reconcomen mientras te cuestionas que le ocurre al mundo contigo o por qué a ti
Todos somos diferentes, y como ya he dicho las cosas no nos afectan por igual.
Lo peor es darse cuenta de que cuando la tristeza se hace dueña de ti, sientes que no puedes hacer nada. Te limitas a llorar, es como expresas tus sentimientos: con lágrimas. Pero yo a veces he pensado, porque en una vez me lo dijeron que a veces ese sentimiento se convierte en indignación, que te hace capaz de cambiar las cosas. Pero hay cosas que no se pueden cambiar por mucha indignación con la que contemples lo ocurrido. No basta. Sientes que te hundes. Te notas pesimista y las ganas de hacer cosas te abandonan. Exageras. Te lo repitan una y otra vez. Tampoco es para tanto. Tampoco será para tanto cuando lo supere, piensas, hasta entonces dejarme un rinconcito de tranquilidad para que se desahogue mi alma.
Pasan los días. Habrá momentos que piensas que lo has superado, y otros en los que creas que el mundo se te viene encima y no sabes por dónde cogerlo. No hay más solución que el tiempo, opinan muchos. Pero hay tanta relatividad en esas palabras. Porque hay muchos tipos de sorpresa.
Y las que te entristecen son las que te fuerzan a estar contigo a solas, para reflexionar y pensar, y como dice Voltaire "la tristeza es una enfermedad en la que el paciente debe tratarse así mismo".
Si estás leyendo esto, y te preguntas a que viene tanto pesismismo y tristeza, te doy un consejo: no te lo cuestiones. Simplemente espero que esto te haya echo reflexionar. Y si no has reflexionado, ya sabes como se sienten algunas personas cuando reciben ciertas "sorpresas".
Buenas noches
Empezar de nuevo
Hace 3 años
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