Hay personas que tienen el don de la palabra. Pero ese don es muy relativo y hay de diferentes tipos. Está el de el que tiene labia para hablar ante el público, el que tiene la capacidad de convencerte, el que tiene el don de recordar ciertas cosas en el momentos menos oportuno o aquel capaz de decir las palabras exactas en el momento y lugar adecuado.


Yo sin duda, me quedo con los últimos, puesto que me he dado cuenta de que tengo varios a mi alrededor. Me dicen las palabras exactas que necesito escuchar para que mi máquina interior vuelva a trabajar después de estar estropeadas. Hay palabras que hieren, pero son verdaderas; también las hay falsas que hieren igualmente. Palabras con tintes de comprensión y cariño que buscan un atisbo de positividad en la persona sobre la que recaen, con el fin de que ésta lance una sonrisa al mundo.
Palabras que te llenan y te vacían al mismo tiempo. Que se te clavan y se derriten después de un poco de cariño.
Hay de todo. Palabras que cambian tu estado, que te hacen reír. Palabras que son tan dulces, que sutilmente y sin darte cuenta se cuelan en tu alma y te hacen sufrir. Palabras con buena intención que te hacen ver la vida de otra manera, palabras que te descubren el sentido de tu camino, o que te indican su dirección.

Palabras guardadas en una cajita de madera. Cuando las uses tendrás que abrir la caja, y cuando las cojas no lo hagas a tientas, al azar. No. Cuando la abras, mira en su interior y escoge con cuidado las palabras que sacarás, echa un vistazo y elige las adecuadas, pues una vez que las saques, será imposible volver a encerrarlas en esa cajita de madera.
Las palabras no tendrán hogar, serán esclavas del tiempo y el olvido.




En fin. Mañana espero que se me dé mejor que estos dos últimos días. En la próxima entrada lo comprenderéis.
Que disfrutéis.

PD: que acabe ya la pederastia

miércoles, 17 de marzo de 2010 Posted in | , | 0 Comments »

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