Un sentimiento de rabia se hizo dueño de mi cuerpo. Las cosas no podían quedar así. Tenia que verle y aclarar cosas y obtener respuestas, y ante todo agradecer y…el corazón me dio un vuelco al oír su voz en mi cabeza. Era tan preciosa. Tan dulce y tranquilizadora que no me hubiera importado dormirme escuchándola.

Entonces, absorta en mis pensamientos me quedé dormida.


CAPÍTULO 7


-Hey, mi pequeña. Despierta


…..uf


-Venga cariño, debes despertarte. Ayer te dormiste sin comer nada. No es bueno que estés tanto tiempo en ayunas…


Uf. Abrí los ojos lentamente y me incorporé. Miré a mí alrededor. Estaba en el salón y mi madre sentada a mi lado desenredándome el pelo.


-¿Has dormido bien cielo?-me dijo. Se le notaba aún preocupada por lo ocurrido. Me miraba con gran ternura, lo que hizo que me sintiera bien.


-Bueno...sí.-sonreí-¿pero por qué no me despertaste? Sé que no te gusta nada que me duerma en el sofá…-mientras decía esto me di cuenta de que me en mi mente afloraban recuerdos, costumbres y hábitos. Quizá no hubiera ninguna secuela, sino algo momentáneo.


Mi madre me sonrió y me besó en la mejilla.


-Cariño, no me importa. Estabas muy cansada y no quería molestarte. Anda vete a lavarte la cara y vienes a desayunar.


Se levantó y salió del salón.


Bostecé. Tenía bastante sueño, aunque no había dormido mal. Juraría que había tenido un sueño movidito, pero solo alcanzaba a recordar imágenes que en ese momento no tenían ningún sentido. Me levanté y me deshice la manta que se me había envuelto en el cuerpo y que parecía no querer soltarme. Cuando logré deshacerme de ella me acerqué a la ventana del salón y me asomé.


Hacía un espléndido día, y necesitaba que fuera así. De camino para salir del salón pasé al lado del majestuoso piano y me di cuenta: había sido uno de los protagonistas de mis sueños, pero no recordaba ni cómo ni por qué. Hice ademán de tocar sus blancas teclas, pero mi mano retrocedió y decidir salir y por fin acicalarme un poco.


Finalmente decidí ducharme, logrando convencer a mi madre de que no necesitaba su ayuda para ello y que si me pasaba algo gritaría. No se quedó contenta con mi contestación así que tuve que dejar la puerta del baño entre abierta.


Una vez vestida y aseada me dirigí a la cocina. Había tardado demasiado y mi desayuno se había quedado frío.

-No te preocupes cielo. Te caliento la leche y las tostadas. A menos que quieras otra cosa. Pide por esa boquita anda.


-Está bien así mamá…-aparté una silla y me senté-No estoy invalidad ni nada. Tengo una edad. Aunque si me acercas el café te lo agradecería…-pedí con una sonrisa.


-Claro. Toma. ¿Seguro que no quieres nada más? Me parece poco-insistió. Formaba parte de ella, insistir y repetir las cosas hasta quela repitiera la respuesta mil veces.


-Mamá…-dije mientras me levanté y me acerqué a ella-Mírame-le pedí-Estoy bien en serio. No tienes por qué seguir preocupada. Todo ha pasado-entonces la abracé y me di cuenta de que ambas necesitábamos ese abrazo. Después me senté otra vez y me eché café en la taza.

-¡Puaaj!! ¿Qué es esto mamá?-grité mientras escupía en la servilleta.


-¡Ups! ¡Lo siento cariño! Me he equivocado. Te he puesto achicoria en vez de café-dijo con nervios mientras olía el contenido de la jarra-¡Te juro que no me he dado cuenta!


Fue entonces cuando no pude evitar reírme de la situación. Mi madre me miró asustada pero luego en su cara atisbó una gran sonrisa. Mientras reía me llené un vaso de agua del fregador y admití que aquel iba a ser un día muy largo.

sábado, 10 de abril de 2010 Posted in | | 0 Comments »

One Responses to "CAPÍTULO 7"